ATENCIÓN Ministros a Tiempo Completo del Evangelio

Este artículo está enfocado en el monumental evento registrado en  Hechos 2 cuando, en la fiesta Judía de Pentecostés, la Iglesia Cristiana, el Cuerpo de Cristo en la tierra, nació. Ninguno de los primeros “120 aproximadamente” que recibieron el don de espíritu santo aquella mañana, o de los “3000 aproximadamente” que creyeron al mensaje posterior de Pedro y nacieron de nuevo, inmediatamente después, comprendieron el significado trascendental de ese día. Ninguno en absoluto se dio cuenta de que fueron los primeros miembros de un grupo nunca soñado hasta entonces de personas diferente a cualquiera que alguna vez había vivido.

El plan Secreto de Dios

Le tomó aproximadamente 35 años al Señor revelar progresivamente a Pablo lo que ahora leemos en sus epístolas a la Iglesia, la plenitud de la verdad acerca de esta administración única del “Secreto Sagrado.” Sabemos, ahora, que lo que sucedió, en realidad, en Pentecostés fue que el plan secreto de Dios en Jesucristo de diversificarse él mismo comenzó a cumplirse. Cuando Jesús estuvo en la tierra, llevando su misión como el Mesías de Israel y el Salvador de la humanidad, él solamente podía estar en un lugar a la vez. Pedro más tarde habló al respecto:

Hechos 10:38 (RV60)
Cómo Dios ungió con el Espíritu Santo y con poder a Jesús de Nazaret, y cómo éste anduvo haciendo bienes y sanando a todos los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él.

Dondequiera que Jesús iba, él ejerció el poder de Dios para prevalecer sobre Satanás y destruir sus obras, pero directamente no podía hacer algo sobre lo qué estaba ocurriendo en cualquier otro lugar. El Secreto Sagrado que Dios mantuvo escondido, el cual, habiendo conocido Satanás, no habría crucificado a Jesús, fue que Jesús se diversificaría él mismo en un cuerpo de gente a nivel mundial.  Cada uno sería ungido y equipado con espíritu santo, como él lo fue, y podían, por lo tanto, hacer las obras que él hizo. Satanás estaría, en cambio, enfrentándose únicamente a Jesús antes que a millones de Cristianos capaces de ser como él y haciendo  lo que él hizo.

El Día de Pentecostés introdujo los cambios radicales respecto a cómo Dios se relacionó con Su gente, y uno de los cambios más grandes fue con respecto al don de espíritu santo. Antes de Pentecostés, Dios escogía quiénes lo recibirían, lo daba condicionalmente y temporalmente, y  solamente a algunos creyentes. A partir de Pentecostés, todo el que decida confesar a Jesús como Señor y creer que Dios lo levantó de los muertos (Ro. 10:9) recibe el don del espíritu santo, la garantía absoluta de la salvación. Cada uno es, por lo tanto, equipado para “representar” al Señor Jesús, la Cabeza del Cuerpo del cual cada uno de nosotros es una parte vital. Per se, cada Cristiano es un ministro de tiempo completo de las buenas nuevas de Jesucristo.

Efesios 4:7, 11 y 12
(7) Pero a cada uno de nosotros se nos ha dado gracia en la medida en que Cristo ha repartido los dones.
(11) Él mismo constituyó a unos, apóstoles; a otros, profetas; a otros, evangelistas; y a otros, pastores y maestros,
(12) a fin de capacitar al pueblo de Dios para la obra de servicio, para edificar el cuerpo de Cristo.

Sí, existe lo que podríamos llamar “ministerios de liderazgo” – apóstoles, profetas, evangelistas, pastores, y maestros, pero ellos no tienen que ser los únicos que hacen el trabajo del ministerio (servir). Cada miembro del Cuerpo está para hacer su parte, y cada uno puede porque, por medio del espíritu santo, cada uno está directamente conectado con la Cabeza. Según el siguiente versículo, ustedes pueden utilizar todas las nueve manifestaciones (las habilidades) de ese don para caminar en este mundo oscuro y ser una luz resplandeciente por el Señor.

1 Corintios 12:7 (LBA)
Pero a cada uno se le da la manifestación del Espíritu para el bien común.

En el Antiguo Testamento, Dios instituyó una jerarquía sacerdotal entre Su pueblo, Israel, y los lideres eran fácilmente identificables por su ropa especial y sus títulos. En el Cuerpo de Cristo, sin embargo, no existe tal “jerarquía de mandos.” Cada Cristiano tiene acceso directo al trono de la gracia, tanto como el derecho (y la responsabilidad) para hablar la Palabra a cualquier otro miembro del cuerpo. Hay autoridad en la Iglesia, pero se gana por medio del servicio amoroso, se reconoce voluntariamente, y siempre es relativo a la total autoridad y señorío de Jesucristo.

La iglesia Cristiana es un cuerpo de creyentes, y las Escrituras consideran idénticamente su funcionamiento al cuerpo humano:

Romanos 12:4-8
(4) Pues así como cada uno de nosotros tiene un solo cuerpo con muchos miembros, y no todos estos miembros desempeñan la misma función,
(5) también nosotros, siendo muchos, formamos un solo cuerpo en Cristo, y cada miembro está unido a todos los demás.
(6) Tenemos dones diferentes, según la gracia que se nos ha dado. Si el don de alguien es el de profecía, que lo use en proporción con su fe;
(7) si es el de prestar un servicio, que lo preste; si es el de enseñar, que enseñe;
(8) si es el de animar a otros, que los anime; si es el de socorrer a los necesitados, que dé con generosidad; si es el de dirigir, que dirija con esmero; si es el de mostrar compasión, que lo haga con alegría.

¿Cuál es tu don?

¿Así qué cuál es tu don, tu traje a la medida, tu parte? Si usted no está seguro, la manera de averiguar es agilizar tu relación personal con el Señor Jesús, involucrarse en una parte de su Cuerpo (un grupo de Cristianos) y aprovechar cada oportunidad para orar, enseñar, cantar, escribir, dar, cocinar, aconsejar, compartir su corazón, o ayudar a alguien de alguna forma piadosa. Vea lo que le llega  naturalmente, lo que le gusta hacer, en lo que usted es bueno. Sepa que su Padre y su Señor lo valoran y tienen un plan de estudios personal de aprendizaje y crecimiento para usted. Ellos están ansiosos de  energizarle y ayudarlo a presentar su corazón al mundo.

1 Pedro 4:10 y 11
(10) Cada uno ponga al servicio de los demás el don que haya recibido, administrando fielmente la gracia de Dios en sus diversas formas.
(11) El que habla, hágalo como quien expresa las palabras mismas de Dios; el que presta algún servicio, hágalo como quien tiene el poder de Dios. Así Dios será en todo alabado por medio de Jesucristo, a quien sea la gloria y el poder por los siglos de los siglos. Amén.

Romanos 16 es un capítulo único en las Epístolas de la Iglesia, y si usted no lo ha leído últimamente, échele un vistazo y considere el hecho de que 35 de sus compañeros Cristianos son mencionados por nombre, junto con  otros menos específicamente. Tome tiempo en pensar en lo que se dijo de muchos de ellos, porque, sin duda, algunas de esas descripciones podían decirse de usted. Pondere el hecho de que cada uno de ellos fue único, como usted, un hombre o mujer asediada por una naturaleza de pecado, no obstante, lleno con la naturaleza divina de Cristo. Ellos decidieron hacer  lo que ellos podían por el Señor. De manera que, usted también puede.

En todo caso,  si usted es o no es pagado como un empleado de un ministerio, usted es un ministro de tiempo completo de las Buenas Nuevas de su Señor Jesucristo, así que vaya adelante todos los días y sirva el Pan de Vida a aquellos en su mundo.

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